El frío invierno, el viento Norte airado, que azota en este día mi cabeza nevada por los años, muerde el labio con saña, añejo y seco, y del beso me trae los restos que quedaban. El aire que respira su veneno mortales trazas deja en mi celeste mar, que refleja solo el gris del cielo. Luna infeliz del alma, ¿a qué has vuelto, mi amor, a qué has venido? Sentirme amado y dios, ¿por qué yo no, Dios, por qué yo no puedo?
Aguadulce, febrero de 2009
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