Para Roberto.
La mirada resbala por el mundo incierto. Soledad del tú y del yo. A través de los ojos se desliza el suelo que se mueve, derretido, con la raíz sedienta y los labios. El espacio se siente una frontera entre el sueño y el beso y entre mi tiempo y tu horizonte. Salto. En adelante. Y acabar la noche que busca estrellas en un mar vacío de rojos y amarillos. ¡Claridad! Las letras bailan en el alba un código de amalgama. De rosas y genista. Precaria en verbo se abre la garganta en grito que traspasa. Campanadas.
Aguadulce, septiembre de 2009
Inicialmente publicado en Síncopa para un adagio
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