Para Roxana.
El mar llora de celos porque mis sueños sueñan con tus labios y mueren en tus ojos.
Aguadulce, 27 de julio de 2011
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Para Roxana.
El mar llora de celos porque mis sueños sueñan con tus labios y mueren en tus ojos.
Aguadulce, 27 de julio de 2011
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Los pasos están condenados a caminos sin nombre, a huellas y sinónimos que transitan desiertos y entre las sombras y las luces se pierden, se disipan y se encuentran.
Retamar, 25 de julio de 2011
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Para mi padre
“...et tabernaculum impiorum non subsistet.” Liber Iob, 8:22.
No comprendo por qué, hermano, te resistes: la pasión nada puede contra el rayo. No viste hormigas calcinadas, huesos en el camino o los jarales de la umbría yermos, escapó de tus ojos el torrente vacío. Te tocó la miseria en las raíces. Manos manchadas de tinta y pecado: pon el agua en tus dedos que los tiña de aurora y de rocío, mide el labio del verbo. No pises el temor debido a la ley y el aroma de adobe brotará ante ti, lejos de las amapolas. Con pies antiguos pateando el lodo, levantarás tus huesos en la sombra y tus ojos verán el haz de trigo. Todo jardín pulido tiene fin, días contados, con el muñón de hielo o sol disuelto como la sal. Ni el viento fuerte es una roca enhiesta sobre tus brazos aunque sientas su abrazo en la cadera, trenza ondulante. Y el mármol pervertido del palacio astilla es cuando el arcángel hiere la corona, polvo amarillo. ¿Soñar un mundo donde el reo es juez? ¿Caballos en el mar? La fusta se refleja en los espejos si el sueño no es sopor.
Aguadulce, febrero de 2012
Inicialmente publicado en Reprensión
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Para José Pedro Diéguez
“Quis umquam innocens periit?” Liber Iob, 4:7.
La sangre quiebra su fluido ante la cólera infinita que desde las estrellas llueve impía. No era polvo, ni pétalo ni pluma en el fuego, en el aire o en el arroyo, con la rodilla en tierra cuando cayó la espada en otra frente. No hay red para esta voz que escupe al rostro de aquel que cubre el suyo con sus manos cuando el espejo muestra árboles sin raíces o huecos hondos como las culebras. La saliva es divina si del sueño trae despierta a la consciencia, desnuda el alma. El silencio piadoso que envenena no saldrá de mis labios a contaminar los oídos. ¿Es castigado el ángel, consumido? ¿Se corta el árbol recto y sano se tala? El viento trunca la panoja débil o le arranca su máscara y la niebla extravía a la alimaña cuando los ojos visan su alimento. ¿Será la garra inmune al rayo? ¿Acaso no es virtud encadenar los pasos al destino? Que no se detenga la sangre ni se haga piedra, que no teman las manos a su génesis. ¿Por qué se sobrecoge el alma limpia que pura vive si el torrente confía en su pujanza? ¿Es preciso doblarse ante la bruma, humillar la cabeza ante lo adverso? Hasta un ángel pervierte el fulgor de sus alas y el juez únicamente cumple con su labor.
Aguadulce, enero de 2011
Inicialmente publicado en Rectitud
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La lamentación de Orfeo, Alexandre Séon
Para Juan Carlos Limia
“Antequam comedam, suspiro; et tamquam inundantes aquæ, sic rugitus meus. ” Liber Iob, 3:24.
Al fin alzo mi máscara cansado de pisar los vidrios rotos, descubro el rostro exhausto y me limpio la faz de lágrimas azules. No debió existir la luz aquel día ni el agua en la cueva. La noche tendría que haber naufragado en la nada sin engendrar pequeña miseria. ¿Acabó la comedia o habrá prolongación de llagas y tiras de piel como leguas? No. Ya el alma se queja y colma de graffiti lo oscuro. La tinta negra es escupida por la lengua y los ojos queman el camino. ¿Hasta dónde la impotencia frente al arcángel que reluce entre los montes? La espada debió cortar la sangre aquel día. Escrito está a tinta indeleble en cada cristal del cielo, amargura o castigo.
Aguadulce, diciembre de 2010
Inicialmente publicado en Lamentación de Job
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Desesperación (Penny Dreadful), Jorge Castillo
“…et nemo loquebatur ei verbum; videbant enim dolorem esse vehementem.” Liber Iob, 2:13.
Las aguas del arroyo de la vida se vuelven noche o fango. Algunas veces las vides fuertes pierden los sarmientos o el trigo quiebra tierno en sus espigas, el dedo sólo es útil para lavar las pústulas infames del castigo y baja un hielo que la piel horada hasta abrir en abismo el propio mar. ¿No están quietos los pies, clavados, firmes, armando los despojos del destino? ¿No ha quemado la cólera del cielo las retinas que sólo ven vacío? Solo camina el ser abandonado cuando no queda ya ni la razón y acechan en la bruma los colmillos. Entonces hay unas manos que lo alcanzan, ponen su espalda y junto a él se sientan. Hay un desgarro del alma estremecida que comparte el silencio y las preguntas. Aunque los pasos vengan de lejana tierra y los ojos pongan un encaje ante sí, surge un llanto compartido que moja el polvo sobre los cabellos y alzan las manos una misma copa.
Aguadulce, diciembre de 2010
Inicialmente publicado en La mano en el hombro
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“Pellem pro pelle, et cuncta quæ habet homo dabit pro anima sua; alioquin mitte manum tuam, et tange os ejus et carnem.” Liber Iob, 2:4-5.
La rosa de su espina de hender la piel no es responsable y herir la amante mano. Llegó la sílaba provocadora como lombriz moviéndose en la tierra frente al pico del mirlo o quizás la corneja, como un sexo se ofrece a ojos del violador. Es la voz que propone la mano ejecutora aunque otra mano tome como el alma homicida. ¿Es el alma del hombre incorruptible insensible a la acción del fuego airado? Tal vez si se consume el libro escrito no permanezca el verso en las entrañas; si se vierte la sangre en sus retoños o en la tierra se parten los olivos o el viento arrasa fiero los altares que pisaron sus pies incorruptibles, tal vez se torne negra el alma pura. ¿No cambiará su verbo el insensato cuando su carne el ácido consuma? ¿Será capaz de verse en el espejo, de sufrir inmutable la carencia, los pómulos sangrantes y la sed? ¿Será el alma inocente cuando cae en desgracia, o aceptará que está entre ángeles caídos? Es el destino y no la torpe culpa el que traza los surcos en la tierra.
Aguadulce, agosto de 2011
Inicialmente publicado en Complemento agente
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““Ecce universa quae habet in manu tua sunt.” Liber Iob, 1:12.
El cuerno de cordero no ha tocado peligro ni ha sonado señal de la hazozra divina. La liturgia del verbo rodeado de séquito sin mirarse al espejo truena e incita al golpe. La espada del Edén de nuevo se alza en trono y no es un ángel quien la tiene en mano clemente. La providencia juega a la ruleta sin miedo y pone la manzana a la distancia debida. Con resultado cierto y ventajoso promulga que caiga el fuego sobre la persona del justo, que la conciencia quede sometida y a prueba. No hay suficiente dolor en el mundo, parece.
Aguadulce, agosto de 2010
Inicialmente publicado en Tentación
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Un amor fugitivo se desliza por los pliegues marchitos de la noche. Su nombre se recita en las paredes y los mirtos taponan las rendijas. Tres rosas se consumen en el vaso que adorna el último canto del cisne. Navegando entre el ron y el humo tóxico, de caricias el labio desnutrido, un verso en vena se rompe sangrante evitando la dosis de la dicha. Mientras, cientos de estrellas en los árboles deslumbran la ciudad tras la ventana. A puerta cerrada. El amor partió.
Aguadulce, diciembre de 2008
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“Ignis Dei cecidit e caelo et ussit oves puerosque consumpsit.” Liber Iob, 1:16.
¿Hubo un hombre justo allá en las laderas? ¿Acaso escapará la Us lejana al pacto del destino con el mal? ¿El trigo crece virgen mecido por el viento del Oriente y las yuntas florecen entre las viñas libres? Las abejas no intuyen que la vida no es escudo del rayo y el veneno, que el vino derramado mientras liban el néctar de las horas no bendice los pasos en la aurora. ¿Protegerá tal vez la carne desprendida la ofrenda ciega, la generosa entrega, de la lluvia impía que se derrama y siembra de ácido el suelo? No impide nada la contienda que el oráculo mudo -o el profeta callado- no supo revelar. La palabra no tiene valor entre las nubes, la oración queda huérfana de su verbo divino. Ya subió la serpiente a beber en el lago de la justicia y el destino amable concede sus deseos; ya tuerce la fortuna el curso de las cosas: se rompió la hora feliz, la rica hacienda; ya sacude las ramas la tormenta y el frío acero y la aguda llama y el viento ardiente; ya el que camina errante sobre la tierra corta la mies de un tajo, saborea la sangre, siembra polvo en el polvo; ya trueca en yerro la virtud, la madriguera yace entre las piedras y el altar se derrumba; ya fue la tierra fértil fruto en llamas. Tres golpes a la carne antes de la ceniza, tres dardos que atraviesan la frente en siete astillas vinieron luego, tres veces infinito por nada: y sangró el alma en siete noches. Llueve desierto y llaga sobre la tierra maldita de Us.
Aguadulce, diciembre de 2010
Inicialmente publicado en Introito
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